Un día, cuando el sol empezaba a dorar las paredes de la cúpula de la Purísima, me encontré con Agustín Casillas. Después de un cordial saludo, le pregunté:
– ¿De dónde vienes tan de mañana?, respondió sin titubeos.
– “De ver a mis criaturas”.
Seguro que no las vio todas. Son muchas las obras que tiene repartidas por la ciudad. Lo encontré cerca ya de su obra: D. Juan, Príncipe de Asturias y Señor de Salamanca, que no hace mucho tomó descanso en ese pequeño jardín de la plaza de Monterrey, donde es observado, fotografiado y admirado por muchas personas que por allí pasamos sin contar los turistas que merodean por esos rincones tan llenos de arte, de tradiciones y de vida.
Casillas venía de ver a su Lazarillo, a la Celestina, en el huerto de Calisto y Melibea; a Rafael Farina, en la Vaguada de la Palma; se encaminaba hacia la calle San Justo. Antes de partir, le presenté a Luci, el frutero de la esquina. Mira, este señor, es un escultor, artista y pintor. Es el padre de esa escultura que ahora ves todos los días. Los ojos de Luci, siempre tan vivarachos, se llenaron de asombro. El bueno de Casillas le hizo una recomendación: ¡Cuídamelo! , y sé, que en más de una ocasión, en esas mañanas que siguen a las noches locas y desagradables que llenan la noche de Salamanca de bárbaros, Luci ha quitado algún vaso, plástico o basura que deslucía al Señor de esta ciudad.
Agustín Casillas
El otro día, cuando ya sabía que te iban a conceder la Medalla de Oro de la Ciudad , le decía a una alumna:
” -¿Te gusta esta estatua?
-No está mal, ¿quiénes son?, me contestó.
-Dos estudiantes, de Agustín Casillas,
-¿lo conoces?
-Pues no, me respondió. “
Y seguí mi interrogatorio:
“-¿Sabes dónde está la escultura del ciego y el lazarillo?
-Pues claro, en el Puente Romano.
-Pues son del mismo autor y de esas manos salieron también esas figuras. “
También les diré que el medallón de Cervantes que está en la Plaza Mayor es tuyo.
Tendré tiempo de comentarles que eres de Salamanca, artista autodidacto que te formaste en San Eloy y en la Escuela de Artes y Oficios, hace ya muchos años pues naciste en 1921; que tuviste dos grandes maestros uno en dibujo, el arquitecto E. Lozano Lardet y otro el escultor, Soriano Montagut.
Tú mismo les dirás que la juventud se la debes al trabajo y que cada mañana vas al taller-estudio que está en la calle de la Paloma donde ocupas el tiempo en crear y producir. Yo les diré aquello que dijo de ti Enrique de Sena: “es el escultor que sabe interpretar, con reciedumbre y dulzura, con fuerte expresividad y ternura, a esos anónimos y sentenciosos hombres del campo, curtidos por el sol, el aire y la lluvia, archivos de vivencias y saberes”.
Tu relación con el Lucía no acabó con esa obra de las estudiantes en el año 70, que miran cada día el trasiego de los alumnos que en horario de mañana, tarde y noche pasan delante de ellas por el Centro; en el 2007, colaboraste en la Colección de libros: “Pasión del Lucía”. Dibujaste dos escenas para el “Romance de la loba parda”, del volumen 11 que lleva por título “Las palabras de la soledad. (Vivencias de los pastores en la montaña palentino-leonesa)”. Dibujos a los que se puede acceder a través de la página Web del Instituto, www.luciademedrano.es
, en él encontraréis también dos fotos de esculturas de pastores que acompañan el texto del “Testamento del pastor” otro texto recogido del Romancero de León.
Tu obra Las Estudiantes del Lucía tendrán más vida porque mis alumnos conocerán a su autor. La quietud de su estancia, será modelo para la lectura y el saber; su mirada les llevará a buscar respuestas y soluciones al quehacer de cada día. Y tú, amigo Agustín Casillas, serás para ellos modelo de trabajo, de esfuerzo y de vida.
Y no puedo acabar sin citar a nuestro amigo común José Manuel Regalado, Catedrático de Lengua y Literatura de este Centro, que escribió este hermoso texto para la escultura:
“Agustín, como siempre, modela el aire y el mensaje. En la escultura del Lucía de Medrano (alegórica) pule el aire de las vivas formas puras y nos da la lección eterna: Enseñar es , ante todo y sobre todo, aprender. Mientras la mano del escultor mima el vientecillo”.
Gracias por este legado que ahora compartiremos contigo…
Agustín Casillas y Enrique Valdeón