Conocí a Agustín Casillas en Mogarraz a finales de los setenta y aunque ya han pasado unos cuantos años, su presencia en mi memoria la tengo imbricada con aquel primer encuentro. Inmediatamente percibí que se trataba de un artista muy especial y su franqueza me transmitió una enorme confianza, desde aquel mismo instante Agustín formó parte de mi familia. Su trato afable y sus opiniones sinceras sobre muestro discurrir artístico siempre me enriquecieron hasta su reciente y dolorosa despedida.
Agustín al igual que mi padre nacieron en el año 1921, tiempos duros aquellos en los que fraguaron sin conocerse sus fortalezas. Ambos, eran amantes de su tierra la cual simplemente abandonaron para la realización del servicio militar, es esta otra esencial coincidencia, la fidelidad a la tierra que los vio nacer. Es así como Agustín no dejó de estar presente en todo momento en “su” Salamanca, ciudad y territorio vital al que se aferró y disfruto en todo instante, y no solamente en sus recorridos diarios de la calle San Justo y la calle de la Paloma, sino toda Salamanca, su provincia, nuestra comunidad de Castilla y León, este tan particular y austero interior Oeste peninsular repleto de seres y personajes auténticos a los que, como nadie, retrató.
El extraordinario legado de obras por toda su ciudad natal lo hace acreedor de unos de los más importantes constructores de nuestra memoria. Su conocimiento y pasión por las tradiciones y personajes de la Sierra de Francia avivó en mi la necesidad de prestar atención hacia una cultura heredada, única, que se desmoronaba súbitamente en aquellos años marcados por la emigración.
Siempre he apreciado en mis relaciones los valores de honradez y humildad, así era Agustín Casillas Osado, un extraordinario hombre de nuestra tierra. No te olvidaré.
Agustín en el recuerdo. Florencio Maíllo Cascón, Mogarraz.