Esta mañana escribo en mi Cuaderno de Apuntes un texto que me pide mi Amigo/Hermano Florencio Maíllo sobre la escultura “Retrato de Picasso” de Agustín Casillas.
RETRATAR LA MIRADA
“El Objeto del arte es quitar el polvo a la vida diaria de nuestras almas.” Picasso.
La mañana del domingo 27 de diciembre salí con mi Cuaderno de Apuntes a contemplar el “Picasso” de Agustín Casillas. Llegué y como un acto reflejo abrí mi Cuaderno para lograr entender. A los pocos minutos, me sentí observado. Una vez más sucedía el juego del arte, el contemplador contemplado. Me giraba, rodeaba la escultura para llevarla desde todas sus vistas a mi cuaderno. Cerré el cuaderno y guardé el lapicero en mi bolsillo. Y en el silencio contemplador descubrí lo que nunca había visto, había sentido. Lo que tenía ante mi, era un retrato de la mirada, de la mirada contemplativa del que crea, del que hace de la nada un universo. Vida, sólo vida para ser contemplada en soledad.
Ante mi estaba un verdadero retrato de Picasso, su mirada, porque Picasso es eso, mirada, sólo mirada. Mirada profunda e incisiva de la vida, mirada creadora, eterna, perdurable.
Contento ante el descubrimiento, me senté en un banco frío del parque y pensé en el acierto del retrato, envidiando la idea como creador. Si tuviera que hacer ahora un retrato de Picasso después de la experiencia vivida esta mañana sería un retrato diferente, retrataría eso, la mirada.
Retratar ese fragmento en Picasso es retratar la totalidad, es llevar al hormigón su naturaleza real, viva, de creador, que fue, es y será cuando nosotros hayamos marchado. Naturaleza que sólo es abarcable en la mirada poco a poco en silencio sonoro, como un místico.
Retrato que te taladra con su mirada en un juego de luces y sombras, convirtiéndose en milagro, como milagro español fue su figura en una España triste y oscura de vanguardias amordazadas, secuestradas. Milagro que conmueve por su fidelidad como fiel fue él a su destino creador, que destruía en cada obra para construir en la siguiente. Destruir para crear soñando como sacerdote exiliado de la religión ancestral del arte que te dio la vida y más tarde te silencio en la barbarie de la intolerancia. Arte que muere y resucita en cada celebración creativa de la mirada, que pinta sólo con eso, con ver…
Hoy ante la tridimensionalidad de su retrato, contemplo sosegado como Agustín Casillas manipula las luces y las sombras, sin renunciar a la fidelidad, y en este silencio de quien construye tres retratos en uno, sirve el volumen a quien lo contempla para brindarle una mirada, una mirada de creador que siente con grandeza y entiende con generosidad la creación.
Construye en su fidelidad volúmenes vivos, sin sentimentalismos o añoranzas. Sin sensiblerías ni imprecisiones dubitativas; desnudo, rotundo, brutal en su tridimensionalidad. Volúmenes que no imitan, sino escuchan la creación del retratado y la recogen para retomarla y recrearla desde los adentros del alma.
Hormigón sentido, que abandona la frialdad para mirar al que le mira, al que siente como cada día es una nueva escultura que crear, siempre nueva, siempre eterna y limpia en la mirada.
Texto escrito en mi estudio de Vistahermosa el 27 de Diciembre del 2015. Solicitado por mí Amigo/Hermano el pintor Florencio Maíllo para un Homenaje al escultor Agustín Casillas.
Autor: Miguel Elías S. S.