En el año 1931, el día 14 de Abril, se produce un profundo cambio político en España: Es proclamada la República, cesando la monarquía regida por Alfonso XIII, el cual fue exiliado a Roma.
Durante este tiempo, Casillas pasó, desde las escuelas Príncipe, a la Normal de maestros, entonces situada, en la Plaza de Anaya.
Observando su padre, Antonio Casillas, su afición por el dibujo, en el año 1933, lo matriculó en la escuela de Nobles y bellas artes de San Eloy en la categoría de dibujo lineal. Al conseguir notas muy satisfactorias, siguió en el 1934 y 1935, donde tuvo como profesor, al por entonces arquitecto de la Diputación provincial, Don Eduardo Lozano Lardet.
En estos años, los estudios de enseñanza primaria, los seguía en la escuela Normal de maestros, en un edificio antiguo, donde las aulas se distribuían alrededor de un patio interior.
Conservaba el recuerdo del buen profesorado que tuvo, especialmente de un maestro llamado Don Juan Alonso Coll, con el que terminó los estudios de educación primaria en el año 1935, el cual le regaló un libro dedicado por su buen comportamiento y su aplicación en los estudios.
Tenía un recuerdo imborrable de su estancia en esta escuela.
Durante el tiempo de recreo, salían a jugar al fútbol en una plaza enchinarrada, formando dos pequeños equipos. Un día, en el transcurso del partido, uno de los componentes del equipo contrario, dio una fuerte patada a la pelota (por cierto, de propiedad de Agustín), lanzándola fuera del recinto y yendo a parar a la Plaza de Anaya. Al negarse el muchacho que dio la patada a ir a recogerla, tuvo que subir Agustín a buscarla, diciendo:¡Tú ya no juegas!.
La pelota había ido a parar a los pies de un hombre. Se agachó a recogerla, y, al levantarse, se encontró con un señor, que para los ojos de un niño, era de estatura imponente, vestido de negro, con barba y sombrero, el cual le dijo: ¡Ay, esto del balompié…! Y mirándole las manos, le dijo: “No sé si llegarás a ser futbolista, pero un día, cualquier día, dibujarás mi rostro…” Y se fue.
Mientras, había salido el maestro a llamarles para volver a clase. Al regresar, le paró en la puerta diciéndole: ¿Sabes quién era el señor que te estaba hablando?. Es Don Miguel de Unamuno, un profesor de la universidad muy importante.
Aquel pequeño encuentro con tan gran hombre, causó una enorme impresión en Agustín Casillas, que ha seguido a través del tiempo y al conocimiento y admiración de su gran dimensión intelectual, para realizar cuatro cabezas-retrato de Unamuno, modeladas en distintas épocas, sobre este eximio personaje.
Texto: Lydia Casillas